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| Vista de un tradicional Club Social salteño. |
Por Antonio Aguero
Infatigables motores de la comunidad, cada día los clubes barriales y las asociaciones deportivas se convierten en el lugar de encuentro de las familias. Son un espacio para practicar deportes y dejar atrás el sedentarismo y la sobreestimulación tecnológica, y un ámbito ideal para descubrir los valores de la amistad, el respeto o el sentido de pertenencia.
Expulsados de las calles por la inseguridad y a contra turno de sus actividades escolares, niños y adolescentes regresan a estas tradicionales instituciones para realizar diversas actividades; algo que -al decir de nosotros los dirigentes sociales- también los ayuda a construir valores como el trabajo en equipo y la integración al barrio.
Sus fines sociales y comunitarios resistieron los embates de la modernidad bajo la consigna de la defensa del bien común y en ese contexto, para los niños y los jóvenes la práctica deportiva siempre constituyó un gran llamado hacia los clubes. Para los padres son la tranquilidad que sus hijos estuvieran en un lugar seguro, fuera de la calle y haciendo una actividad por su desarrollo psicofísico.
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| Antonio Aguero |
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Desde mi experiencia como instructor de educación física y entrenador de Futbol en el club San Martin y en un club que funde, llamado "Los Pumas del Sur", en el trabajo con los chicos del barrio, pude constatar la importancia de estos espacios para los jovenes , su familia y para la convivencia de los vecinos que integran comunidad del barrio.
Estos espacios recreativos para todos los integrantes de la familia son fundamentales e implica que por medio de actividades van estrechando vínculos entre los vecinos y esto les permite organizarse y dar respuestas a las necesidades de su comunidad
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